Así que, nada más empezar, empezamos metiéndonos en líos con el tema de los géneros. He querido poner escritor como género neutro, ya que quería englobar escritores hombres y mujeres. De todos y todas, ella fue la primera.
La primera obra firmada por una persona, efectivamente, fue creada por una mujer.
Para ello, tenemos que remontarnos nada más y nada menos que al 2.300 a. C. al esplendor del Imperio Acadio; el que es considerado por muchos autores como el primer imperio de la historia de la humanidad. Se ubicaba desde la cuenca del Tigris y el Éufrates, hasta el Golfo Pérsico y llegando incluso al Mediterráneo a través de la actual Líbano. Para haceros una idea, pensad que estamos más cerca del Imperio Romano que de este imperio.
Pero a lo que vamos, ella era la Suma Sacerdotisa del templo del Dios Nanna
(el dios de la Luna) y respondía al nombre de Enheduanna. Esto era un cargo
importantísimo, ya que estamos hablado de un tiempo en el que la religión era
algo que lo englobaba todo. Un nombramiento que no estuvo exento de polémica,
pero que su padre llevo a cabo como una estrategia para controlar mejor su
reino.
Según algunos estudios, era hija del rey Sargón I de Acad (este nombre lo
mismo nos suena más), aunque hace poco descubrí gracias a la gran divulgadora
Nefer Chitty que no tenía por qué ser hija como tal, sino que también podría
ser algo así como su “protegida”.
Trayéndolo a nuestra época, deberíamos decir que era una mujer de armas
tomar. Un ejemplo de feminismo de hace 4.300 y pico años, ya que ostentó el
cargo más elevado de su templo, continuó desplegando su poder durante todo el
reinado de su padre, y más tarde, cuando su hermano ocupó el trono, discrepó
con él. Años después, durante la gran rebelión contra Acad, fue expulsada, aunque tuvieron que restituirla más tarde (porque Enheduanna era mucha Enheduanna).
Pero la conocemos por ser la primera poeta de la historia en plasmar su
nombre en una obra. Ya existían escritos anteriores, pero ella fue la primera
en firmarlos, así que podemos decir de algún modo que ella fue la inventora del
copyright. En tablillas de arcilla, con una escritura llamada cuneiforme, firmó
42 himnos dedicados casi en exclusiva al tema religioso, como el Himno al dios
Nanna, y otros muchos a la diosa Innana (Diosa –sí, la pongo en mayúsculas– por
la que siento devoción y que haré alguna reseña de ella en el futuro),
canciones, poemas, relatos y algunas obras más científicas como las reflejadas
en sus observaciones estelares.
Esta señora, además, dejaba en sus escritos mucha impronta de su carácter
ya que, entre otras cosas, hablaba de lo complicado que es escribir y, sobre
todo, lo difícil que era manejar el “síndrome de la hoja en blanco” (que en
aquella época se llamaría algo así como síndrome de la arcilla que se seca,
supongo).
Por desgracia, no sabemos su nombre real, ya que Enheduanna es en realidad
un título, pero podemos hacernos una idea de su importancia cuando en el año
2015 un cráter de Marte fue bautizado con su nombre.
Así que, ya sabéis, la primera escritora/poeta de la historia fue una
mujer, y quizá como una alegoría al propio y maravilloso ciclo de la vida, de
su mente y sus entrañas nació algo tan grande para la historia de la humanidad
como fue la literatura, la poesía, la música, y el reconocimiento a quien la
plasma.
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