El origen de la siesta es tan
antiguo que, probablemente, tengamos que remontarnos a la época de las
cavernas. ¿A quién no le apetece echarse un poco tras comer al mediodía?
Pero, ¿de dónde proviene la palabra?
La siesta se asocia mundialmente a un tópico español, y como tal, su etimología proviene de un latín castellanizado.
Su origen viene del latín «sex», que no tiene nada que ver con lo que estáis pensando, sino del número «seis», que se refiere a una hora del día. En la edad media, las horas se
dividían en «horas canónicas» y la hora sexta era la que coincidía,
aproximadamente, con las 12:00 de la mañana.
En el S. VI, San Benito
estableció un horario rígido para que los monjes pudieran cumplir con sus
obligaciones, y una de ellas era echar una cabezadita tras la comida,
concretamente a la hora «sexta». De ahí nació la expresión «guardar la sexta” o «sextear», que derivó al castellano «siesta».
Nos chocará a día de hoy la
hora tan temprana a la que comían, pero eran otros tiempos, y no olvidemos que
eran monjes. Y lo cierto es que, casualidad o no, nadie puede negar que una
buena siesta siempre sienta «divinamente».
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