Una de las principales lacras de la humanidad, la esclavitud, ha sido
mostrada miles de veces en los libros y en la pantalla en torno a las grandes
plantaciones de algodón del sur de los Estados Unidos. No era de extrañar que,
a la menor posibilidad, tratasen de huir de allí en busca de un futuro mejor.
Bajo esta premisa, nació el Fuerte Mosé, el primer asentamiento de esclavos libres en Norteamérica. ¿Queréis conocer su historia? Pues seguid leyendo.
Florida, allá por años finales del 1600, era española, y San Agustín su
principal ciudad. Se trataba de una zona conflictiva, defendida por pocos
españoles, y constantemente presionada por ingleses y franceses. En el año 1687
llegaron a la ciudad ocho hombres, dos mujeres y un niño, todos esclavos
fugados de Carolina del Sur. Se encontraban en un estado lamentable, y solo
pedían asilo. Los españoles se lo concedieron con una sola condición:
bautizarse y jurar fidelidad al rey. Así lo hicieron, y aquellas personas, sin
importar cuál fuera el color de su piel, se unieron al resto como ciudadanos
libres, ayudando incluso en el levantamiento del Castillo de San Marcos (y
cobrando por ello).
Esta noticia se extendió como una llama sobre un río de gasolina, y
llegó hasta las plantaciones. En 1693 Carlos II estableció que todos aquellos
esclavos evadidos de territorios ingleses y holandeses que llegasen a la
Florida, debían ser tratados y defendidos de inmediato como españoles, siempre
que realizasen el consabido juramento de lealtad a la corona y a Dios y que
prestasen cuatro años de servicio en la milicia (con su correspondiente
soldada). Este fue el pistoletazo de salida para los «cimarrones» huyesen con
destino a San Agustín.
A fin de defender mejor la zona y, de paso,
establecer mejor a las familias, el gobernador Manuel de Montiano ordenó
levantar una ciudad a unos kilómetros de San Agustín, ciudad a la que llamó
Gracia Real de Santa Teresa de Mosé, donde se levantaría un fuerte. Este
enclave pasaría a la historia como el primer lugar en los Estados Unidos donde
los esclavos pudieron vivir como hombres libres.
Como capitán al mando del fuerte (Fuerte Mosé) pusieron a un
experimentado hombre, antiguo esclavo evadido, que respondía al nombre de
Francisco Menéndez y que, según la carta que envió Montiano al propio Carlos
II, juraron combatir a los ingleses como sus más crueles enemigos y derramar
hasta la última gota de su sangre en defensa de la Gran Corona de España y de
la Santa Fe. Con ellos, además, se instalaron muchos nativos de la nación
semínola.
Pero los ingleses no iban a quedarse de brazos
cruzados. En 1739, durante la Guerra del Asiento, el odioso gobernador de
Georgia James Ogletorpe envió al Coronel Palmer hacia Florida al mando de siete
barcos, tropas regulares de Carolina del Sur y de Georgia, milicias de
voluntarios, 600 aliados nativos y 800 esclavos negros como auxiliares. Frente
a ellos, solo 600 españoles. Palmer dirigió el ataque de su tropa directamente
hacia el Fuerte Mosé, pero se lo encontró vacío. Manuel de Montiano había
ordenado a Francisco Menéndez abandonar el lugar y poner a salvo a todas las
personas que lo habitaban, haciendo que se refugiasen en el Castillo de San
Marcos, que estaba mucho mejor protegido. Así, los británicos se instalaron en
ese fuerte y sometieron a un castigo inimaginable a la ciudad de San Agustín,
que resistió con uñas y dientes hasta las desesperación de los ingleses.
Pero ni Montiano ni Menéndez eran tontos. Habían
estado siguiendo los hábitos de su enemigo, estudiándolos y preparando el
momento para asestarles un golpe fatal. Así, aliados nativos de los yammasee,
antiguos esclavos huidos y milicianos, se dirigieron hacia Fuerte Mosé. Los
ingleses habían oído los tambores de guerra de los yammasee, lo que significaba
que el ataque se produciría al amanecer, por lo que pusieron el toque de diana
a las 4 de la madrugada. Pero el ataque se produjo dos horas antes.
Los nativos lanzaron una nube de flechas desde diferentes flancos, y la
milicia, aprovechando la confusión, se coló en el fuerte abatiendo a todo
soldado británico que encontraran. En pocas horas, el fuerte volvió a izar la
bandera de España, y ante la llegada de refuerzos provenientes de Cuba, los
ingleses no tuvieron más remedio que huir con el rabo entre las piernas. Lo
triste es que este episodio se conoce mayormente por historiadores británicos,
que lo llamaron «el sangriento Mosé» debido al castigo que recibieron, en
especial a manos del valiente capitán Menéndez. En España, en cambio, pasó sin
pena ni gloria como una hazaña más que tampoco merecía especial mención.
Fuerte Mosé había quedado prácticamente destruido,
por lo que sus antiguos habitantes se instalaron en San Agustín, donde vivieron
como hombres libres junto al resto de españoles, y donde incluso se produjeron
matrimonios de diferentes colores.
Los años siguientes no fueron menos turbulentos. España se vio obligada
a ceder Florida a Inglaterra, y los antiguos esclavos, tan españoles como los
demás, se negaron en redondo a volver a quedarse allí bajo el yugo inglés, de
modo que cruzaron el mar y marcharon a Cuba. España recuperó Florida años
después, pero en 1821, la Corona Española vendió Florida a Estados Unidos por 5
millones de dólares, y la historia del Fuerte Mosé se olvidó… ¿o no?
Hoy en día, se siguen realizando recreaciones en la zona donde se plasma
el valor de aquellas personas, y se recuerda la gloria de aquel asentamiento
como el primer hogar en América del Norte donde los esclavos pudieron ser
hombres libres.
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