Decían
los geniales Les Luthiers, que la esclavitud no se abolió, sino que se cambió a
ocho horas diarias (eso los que tengan la suerte de trabajar solo ocho horas al
día). Y es que, en demasiadas ocasiones, el trabajo puede convertirse en una
auténtica tortura. De hecho, el origen etimológico de la palabra «trabajo»
proviene, precisamente, de un determinado tipo de tortura.
¿Queréis conocer su origen? Pues seguid leyendo.
Siempre
digo, en tono sarcástico, que aquel que dijo la frase «el trabajo dignifica al
hombre» nunca asfaltó carreteras en verano. Menciono este chascarrillo porque
viene muy al caso con la etimología de la propia palabra. Y es que su origen
viene del latín tripaliare, que a su
vez deriva de tripalium, es decir,
tres palos. No parece tener mucha relación, pero si os digo que el tripalium era un yugo elaborado con tres
palos en los que se amarraba a los esclavos para azotarlos, todo parece cobrar
sentido.
Así
pues, y a modo de resumen, para los romanos ir a trabajar era, de un modo tan
metafórico como irónico, lo mismo que ir al tripalium
a ser azotado por el amo. Y de ahí hasta nuestros tiempos, se ha mantenido la
etimología de la palabra y su significado, en sentido literal y figurado.
Ahora, por tanto, comprenderéis por qué si la palabra «trabajo» deriva de un
elemento de tortura, la palabra «jubilación» proviene de júbilo.
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