Cuando hablamos de un modo claro, directo, sin
concesiones y sin dar lugar a más interpretación, solemos decir que hablamos en
plata.
¿Pero de dónde viene esta curiosa expresión?
Existen varias anécdotas que nos cuentan su origen.
Corre un rumor por los mentideros de internet que
asegura que en la antigüedad, las normas o leyes más importantes que se
dictaban en un reino se hacían grabar en planchas de plata para dejarlas
impresas para la posteridad. Y que, por lógica, la expresión «hablar en plata»
vendría de plasmar las palabras en un lugar imperecedero. Pero, a pesar de que
la historia es muy atractiva, no existe evidencia alguna de que ocurriese
jamás. Por tanto, me temo que estamos ante otro bulo de los muchos que uno
puede encontrarse por la selva de las redes.
La realidad es que existen dos versiones diferentes
para explicar el origen de esta expresión y ambas nos transportan al medievo
español.
La primera nos habla de los antiguos alquimistas y su
obsesión por purificar metales preciosos. Así, cuando una veta se separaba del
resto de metales y solo quedaba la plata, la veta quedaba pura. Así, en una
correlación, hablar despojándonos de palabrería y voces de relleno es hablar de
manera pura, como la plata.
La otra, y la que parece que tiene más visos de
realidad, nos transporta al momento exacto de saldar una deuda o de poner fin a
un regateo estéril. Por aquellos entonces las monedas de más valor eran las de
plata, por lo que mostrar cuántas se poseían era equivalente a poner fin a la
discusión, a las suspicacias, e ir directos al grano sin rodeos ni ambigüedades.
En definitiva, poner las cartas sobre la mesa o, en el caso de esta semana, «hablar
en plata».
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