Pocos cuentos más universales que aquel en el que una
malvada reina, envidiosa de la belleza de una de sus súbditas (o según la
versión, de su propia hijastra) acaba obligándola a huir del reino y a buscar
cobijo en el hogar de siete enanos, hasta el día en el que culmina su tropelía
envenenando a la muchacha con una manzana ponzoñosa.
Los hermanos Grimm inmortalizaron esta popular historia y
nos la dejaron para la posteridad.
¿Pero qué me diríais si os dijera que Blancanieves existió en realidad?
Para ello debemos desplazarnos hasta una ciudad llamada Lohr
am Main, en Baviera, Alemania. Allí, en el año 1729, vivía una muchacha llamada
María Sophia Margaretha Catharina von Erthal, y se cuenta de ella que su
belleza y la palidez de su piel solo eran comparable a la inmensa bondad de su
corazón.
María Sophia era hija de Philipp Christoph von Erthal, un
reputado arquitecto y diplomático de la nobleza alemana. Philipp tras enviudar
de su primera esposa, la madre de María Sophia, tomó en matrimonio a una
renombrada condesa llamada María Elisabeth Claudia Venningen. Y aquí es donde
comienza la leyenda.
María Sophia, nuestra Blancanieves, era muy querida en Lohr.
Se dice que era especialmente sensible y caritativa con los niños pobres y las
personas más necesitadas. Pero además había un detalle que despertaba la
ternura de toda la población. Y es que María Sophia había contraído la varicela
siendo muy pequeña, y la había dejado prácticamente ciega.
Su madrastra, según cuentan muy preocupada por no poder
encontrar marido con quien entroncar a la pobre desdichada en el futuro, y más
empeñada en destinar sus fondos a labores más beneficiosas, veía con malos ojos
la labor de su hijastra, y no dudaba en mostrar su descontento en público.
Se dice que el trato hacia la hija de su marido rozaba la
crueldad. Los habitantes de Lohr no tardaron en atribuirle su actitud a una
malsana envidia que la corría. Y es que, mientras todo parecían parabienes y
halagos hacia la pobre muchacha ciega, para ella todo era desprecio.
Además, los años mozos quedaban ya lejos para la condesa y
la belleza que le había acompañado durante toda su vida comenzaba a ser cosa
del pasado. De hecho, los sirvientes aseguraban que pasaba largas horas sola en
su habitación, de pie frente al espejo acicalándose de manera obsesiva con
tal de lucir la belleza de antaño.
Por desgracia, los cuentos rara vez tienen que ver con la
vida real, y esta historia no tiene un final feliz. María Sophia falleció antes
de alcanzar la madurez, sin que se tengan claro los motivos. No existe prueba
alguna de que su madrastra tuviese nada que ver, y de hecho la actitud de esta
respecto a su hijastra parece más ensalzada por la rumorología que ser fruto de
la verdad, pero la muerte de la joven a una edad tan temprana dio pábulo a todo
tipo de elucubraciones.
Los habitantes de Lohr, artesanos del cristal, quisieron
mostrar su cariño con la niña, y su ataúd fue decorado con piezas talladas de
gran maestría que sirvieron como homenaje a la infortunada muchacha.
Años después, la historia se hizo leyenda y de la leyenda
pasó al cuento tal y como lo conocemos hoy.
En él se introdujo a los enanos, cuyo significado esotérico se
ha estudiado en multitud de teorías, pero que todo parece indicar que responden
a una crítica social de la época, representando de un modo simbólico a los
niños mineros del Rin, quienes lucían envejecidos por el trabajo y la falta de
sol, y morían tan jóvenes como la propia María Sophia. Esos mismos niños a los
que nuestra particular María Sophia trataba con excepcional cariño.
Que conozcamos el origen real del cuento de Blancanieves se
lo debemos a un historiador llamado Karlheinz Bartels, quien indagó hasta la
saciedad para traernos la historia de María Sophia. De hecho, y tras esta ardua
investigación, la ciudad ed Lohr se convirtió en un reclamo turístico, y en
especial el Castillo en el que vivió nuestra particular Blancanieves.
Pero de todas las atracciones que ofrece el castillo, la
mayor de todas es el increíble espejo manufacturado de metro sesenta que aún se
conserva en la que fue la habitación de la condesa Maria Elisabeth Claudia
Venningen, la supuesta madrastra malvada.
Un espejo en el que, no pocos turistas se miran y,
rememorando las habladurías que se extendieron por la región, preguntan en voz
alta mientras contemplan su reflejo:
Espejito, espejito, ¿Quién es la más hermosa del reino?
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