jueves, 31 de agosto de 2023

VIKINGOS: Ni tan rubios, ni tan fieros. 2ª Parte.

¿Usaban Los Vikingos cascos con cuernos? ¿Viajaban a bordo de barcos con velas a rayas blancas y rojas? ¿Eran todos rubios, de ojos azules y asesinos y violadores salvajes?

Los vikingos son un pueblo que, incluso a día de hoy, despierta fascinación. En los últimos tiempos ha habido un reverdecer romántico de la realidad de esta cultura, pero lo cierto es que mucho de lo que nos ha llegado hasta nuestra época es fruto de la leyenda, el mito o directamente la mentira.

¿Queréis conocer alguno de esos mitos? Pues seguid leyendo.

Como primer ejemplo, y como decíamos en un artículo anterior, los vikingos no eran meramente escandinavos. Había una buena representación de ellos, pero también la había de europeos oriundos de zonas más al sur. Hay que tener en cuenta que abrieron rutas comerciales, rapiñaron y algunos se instalaron desde las islas británicas hasta Normandía, se abrieron paso por el Mediterráneo e incluso llegaron a la capital del Imperio Romano de Oriente. Un grupo de ellos, los Rus, se instalaron en la actual región de Ucrania en lo que se llamó la Rus de Kiev, y que dio nombre a la actual Rusia. Otros pasaron por Portugal y España y en un insólito giro de los acontecimientos, algunos incluso se instalaron en el Aljarafe sevillano, se convirtieron al islam y acabaron ganándose la vida produciendo leche agria, mantequilla y quesos. Una historia curiosa que quizá cuente otro día.

Por otro lado, se suele representar sus barcos con velas a rayas rojas y blancas, pero esto no es más que un mito que viene dado por el hecho de que estas velas eran tremendamente caras y necesitaban de reparaciones permanentes, por lo que lo común era que estuvieran remendadas y repletas de tiras de refuerzo.

Del mismo modo, el langskip (o drakkar) no era su barco más común, sino los knerrir (knörr en singular), un barco de carga mucho menos vistoso, o los karve y los snekke, mucho más aptos para incursiones rápidas. El drakkar era caro, difícil de construir y, por tanto, poco numeroso. Además se trataba un barco de guerra, y los vikingos no eran guerreros.

¿Cómo? Pues lo que oís, no lo eran, al menos en su mayoría. Casi todos eran agricultores, ganaderos y artesanos, y sí, unos pocos se dedicaban al pillaje, pero son estos últimos los que han pesado sobre el resto. Pensadlo, ¿iría al Valhala un vikingo que ataca un monasterio con monjes indefensos? ¿Qué orgullo guerrero habría en eso?

Eso sí, aprovecharon muy bien esa fama de sanguinarios para negociar y proteger sus asentamientos, o incluso para recaudar botines sin necesidad de asaltar ciudades o puertos. Pero decir que todos los vikingos eran iguales sería tan injusto como decir que todos los caribeños de los siglos XVI y XVII eran piratas. Eso por no mencionar que los vikingos no eran un único pueblo. Más bien se trataban de reinos pequeños que en algunas ocasiones se unían y, en otras, guerreaban entre ellos. Tan iguales y diferentes como un español y un portugués, o un mexicano y un peruano.

Y no, no había cuernos en sus cascos, ni hachas en forma de T. La mayoría no podían permitirse una armadura más allá de un refuerzo de cuero o pieles. Además, ¿os imagináis caer al agua con una cota de malla? Sus armas no pasaban de herramientas de labranza, ya que forjar una espada (o una gran hacha) era muy muy caro, por lo que lo más común eran las lanzas y las hachas de mano. Y respecto a los cascos, todo parece responder a la iconografía que se puso de moda en el S. XIX (como en la «Saga de los Frithiof» o en «El Ocaso de los Dioses» de Wagner), en el que se les representó de esa guisa.

Así que temo deciros que eso de los yelmos cornudos no es más que un mito, al igual que el papel de las mujeres en esta cultura. En especial en los últimos tiempos nos pretenden mostrar a los vikingos como una sociedad igualitaria, en el que las mujeres tenían el mismo papel que los hombres y que, incluso, podía ser doncellas escuderas que luchasen codo con codo con los hombres. Y sí, existieron mujeres de armas tomar, las llamadas skjaldmær y cuyo ejemplo más claro parece ser el de la mujer de la tumba de Birka, pero estas doncellas guerreras eran solo unas pocas escogidas (tan pocas que resulta anecdótico) y además, pertenecientes a la nobleza. En realidad, la mayoría de las féminas tuvieron su papel más representativo en las granjas, donde se convirtieron en el pilar fundamental de sustento de sus comunidades. Eso sí, parece ser que aquella sociedad permitía a las mujeres una mayor solvencia que en otras de su misma época, por lo que algunas de ellas alcanzaron renombre sin necesidad de coger un arma para hacerse respetar.

Y para terminar (y cargarnos de un porrazo todo el mito), decir que para los cánones de la época eran bastante aseados y coquetos. Laugardagur significa literalmente «día de lavado», y era el día en el que se aseaban y limpiaban las ropas. Yacimientos arqueológicos muestran numerosos bastoncillos de oídos, pinzas, navajas, pero sobre todo peines. De hecho, en unas crónicas que se creen del abad John de Wallingford, se lamentaba de que con esa costumbre de acicalarse y peinarse habían corrompido la moral de las mujeres ingleses, que les brindaban sus encantos y minaban su virtud sucumbidas por su belleza.

En resumen, la historia a veces no es tan simple y no deja de ser una muestra más de que las personas somos mucho más complejas que el cliché que otros crearon sobre el lugar en el que nacimos o la cultura en la que nos educaron.

Pero aún queda mucho por saber de los vikingos… aunque eso será en otra ocasión.

 

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