La expresión, a día de hoy vulgarizada, «irse al
carajo» es utilizada a diario por millones y millones de hispanohablantes
cuando alguien nos ofende, nos dice algo que no podemos creer, o nos indigna. Son
momentos en los que, en sentido figurado, y ya sea otorgándole un matiz de
enfado o de ironía amistosa, le decimos a boca llena a esa persona que se «vaya
al carajo».
Muchos pensaréis que la palabra carajo se refiere al
miembro sexual masculino, pero dejadme que os diga que estáis muy equivocados,
ya que este término, una vez más, proviene de la mar.
¿Queréis saber el origen de la expresión y de la palabra? Pues seguid leyendo.
La historia es bien sencilla: en las carabelas, es
decir, esos barcos antiguos con los que se cruzaba el océano, se colocaba una
cesta o cofa grande en lo más alto del palo mayor. Es el lugar desde donde el
Vigía lanzaba aquel grito de «¡Tierra a la vista!». Y a ese canasto se le
llamaba «carajo».
Pero a pesar de poder parecer un lugar idílico desde
el que admirar el paisaje, era sin duda uno de los peores al que te podían
mandar. Era imposible resguardarse de la lluvia, hacía frío o bien un calor de
mil demonios, sentías el movimiento del barco más que los demás y, en la
mayoría de los casos, debías atarte al cesto para no precipitarte al vacío.
Por eso, ante una mala conducta del marinero, el
capitán de la nao no dudaba en señalar al navegante en cuestión y,
directamente, decirle: váyase usted al carajo. Este castigo solía durar horas o
incluso días, todo depende de la falta cometida.
¿Y por qué asociamos la palabra al órgano reproductor
masculino? Pues porque al palo mayor del barco, para resumir, se le empezó a
llamar «carajo» (ya que era el que aguantaba el cesto). Y esto, fantaseando con
una escena cualquiera en cualquier puerto a lo largo del mundo, sirvió a los
marineros para presumir de virilidad con una comparativa fácil, por lo que de
decir «la tengo (se entiende que el órgano sexual) como el palo mayor», se pasó
a: «la tengo como un carajo de grande».
Espero que hayáis disfrutado de este artículo, que os
haya hecho sonreír, y aprovecho para
pediros disculpas por el lenguaje soez. No obstante, y si aun así mis disculpas
no os sirven, recordad que siempre podéis mandarme al carajo a pasar frío, solo
que en esta ocasión ya podréis hacerlo con conocimiento de causa.
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