jueves, 4 de enero de 2024

LOS REYES MAGOS, ni eran tres, ni se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar.

 

Eran 3, y sus nombres eran Melchor, Gaspar y Baltasar… o eso dice la Biblia, ¿no?

Pues no. El Evangelio de San Mateo no dice un número exacto ni tampoco menciona sus nombres, tan solo que portaban, oro, incienso y mirra, y que venían de Oriente. Todo lo demás se toma de tradiciones y/o evangelios apócrifos.

Pero ¿queréis saber entonces quiénes eran realmente? Pues seguid leyendo.

La primera representación que se conoce de los reyes magos no es hasta el S. II-III. Se encuentra en las catacumbas de Priscila, en Roma, donde aparecen tres siluetas de distintos colores ofreciéndole presentes a la virgen. Sus nombres, por ejemplo, no se mencionaron hasta tres siglos después, concretamente hasta el S. VI. En el Excerpta latina bárbari, traducción latina de textos griegos del S. V, aparecen nombrados como Melichior, Gathaspa y Bithisarea, siendo junto al evangelio apócrifo armenio sobre la infancia de Jesús (evangelio prohibido donde entre otras cosas se habla de los hermanos de Cristo) la primera vez que se les da nombre.

Ya en el S. VI encontramos la primera caracterización «moderna» de los mismos. En la Iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena, encontramos un friso de tres personajes en procesión, vestidos al modo oriental, los tres de piel blanca, siendo Melchor más anciano, Gaspar un joven, y Baltasar un hombre de edad madura, representando en su conjunto las tres edades del hombre.

Volviendo al número, al principio se creía que los magos eran doce, en representación de cada una de las doce tribus de Israel. La Iglesia copta, en cambio, decía que eran sesenta. No fue hasta el S. III que Orígenes y Tertuliano dictaminaron que eran tres por el simple hecho de que, si tres eran los regalos (oro, incienso y mirra), tres debían ser los magos. En ese momento se convirtió a los reyes en una alegoría de los continentes conocidos, aunque curiosamente Baltasar no fue de raza negra hasta el S. XVI. Cómo sería que, cuando se comprendió que América era un continente y no un acceso a las indias, allí a Baltasar se le caracterizó como nativo americano. Aunque el Papa Benedicto XVI, hace relativamente poco tiempo, le dio por rebatir que eran de oriente (lo único que sí que dicen los Evangelios). Pues bien, según el Papa, los reyes vendrían de Tartessos, es decir, de la zona sur-oeste de la actual España.

Todas estas pequeñas curiosidades guardan una carga simbólica enorme. Los continentes, las edades de los hombres, las razas… así como los regalos que portan. El oro, por ejemplo, simboliza que Jesús es rey, de ahí que deba tener oro. El incienso lo presenta como Dios, ya que la quema de esta madera se usaba en los rituales a la divinidad. Y la mirra, esa gran desconocida, nos dice que Jesús, además de rey y Dios, también es hombre, pues la mirra se usaba para embalsamar los cadáveres en la antigüedad. En Armenia, además, existe una tradición muy antigua que nos dice que había un cuarto rey mago que le llevó al niño un libro, concretamente el Libro de Seth, que escondía toda la sabiduría mortal y divina de la época.

Otra cosa que se hizo mucho más adelante fue convertirlos en reyes. El convertirlos en realeza, y cada uno de un continente, respondía a un objetivo meramente político: poner al mundo y a las naciones a los pies de Jesús. Jamás, y digo jamás, se menciona que sean reyes, sino sabios o magos. Cayetana Heidi Johnson, arqueóloga, experta en arameo y hebreo, y profesora de la Universidad de San Dámaso, nos dice que aquellos reyes eran en realidad magaunos o modebs, es decir, sacerdotes del zoroastrismo provenientes de Persia. Y se les llamaba magos, pero no porque se pareciesen a Gandalf o a Harry Potter, sino porque así se llamaba a estos sacerdotes expertos en el arte de la astrología y su interpretación.

Pero si todo esto os parece muy enrevesado para unas figuras que, casi con toda probabilidad, son pura leyenda, lo que os comentaré a continuación os hará estallar la cabeza. En el egipcio templo de Edfu (construido entre el 237 al 57 a.C.) hay una representación del nacimiento de Horus, hijo de Isis y Osiris. Y allí aparecen cuatro sabios adorándole, uno por cada punto cardinal, y curiosamente traen oro, incienso, mirra… y sí, un libro sagrado, tal y como aparece en la tradición armenia.

Sea como sea, y en especial si celebráis la tradición de los reyes magos, espero que os traigan muchos regalos. Y si, aun habiendo sido buenos no os traen cuanto merecéis, siempre podéis ir a pedirles explicaciones a la Catedral de Colonia, donde se encuentra sus sepulturas (y no es broma).

 

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Imagen libre de derechos de autor tomada de pixabay.com


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