Eran 3, y sus nombres eran
Melchor, Gaspar y Baltasar… o eso dice la Biblia, ¿no?
Pues no. El Evangelio de San
Mateo no dice un número exacto ni tampoco menciona sus nombres, tan solo que
portaban, oro, incienso y mirra, y que venían de Oriente. Todo lo demás se toma
de tradiciones y/o evangelios apócrifos.
Pero ¿queréis saber entonces quiénes eran realmente? Pues seguid leyendo.
La primera representación que
se conoce de los reyes magos no es hasta el S. II-III. Se encuentra en las
catacumbas de Priscila, en Roma, donde aparecen tres siluetas de distintos
colores ofreciéndole presentes a la virgen. Sus nombres, por ejemplo, no se
mencionaron hasta tres siglos después, concretamente hasta el S. VI. En el
Excerpta latina bárbari, traducción latina de textos griegos del S. V, aparecen
nombrados como Melichior, Gathaspa y Bithisarea, siendo junto al evangelio
apócrifo armenio sobre la infancia de Jesús (evangelio prohibido donde entre
otras cosas se habla de los hermanos de Cristo) la primera vez que se les da
nombre.
Ya en el S. VI encontramos la
primera caracterización «moderna» de los mismos. En la Iglesia de San Apolinar
Nuovo, en Rávena, encontramos un friso de tres personajes en procesión,
vestidos al modo oriental, los tres de piel blanca, siendo Melchor más anciano,
Gaspar un joven, y Baltasar un hombre de edad madura, representando en su
conjunto las tres edades del hombre.
Volviendo al número, al
principio se creía que los magos eran doce, en representación de cada una de
las doce tribus de Israel. La Iglesia copta, en cambio, decía que eran sesenta.
No fue hasta el S. III que Orígenes y Tertuliano dictaminaron que eran tres por
el simple hecho de que, si tres eran los regalos (oro, incienso y mirra), tres
debían ser los magos. En ese momento se convirtió a los reyes en una alegoría
de los continentes conocidos, aunque curiosamente Baltasar no fue de raza negra
hasta el S. XVI. Cómo sería que, cuando se comprendió que América era un
continente y no un acceso a las indias, allí a Baltasar se le caracterizó como
nativo americano. Aunque el Papa Benedicto XVI, hace relativamente poco tiempo,
le dio por rebatir que eran de oriente (lo único que sí que dicen los
Evangelios). Pues bien, según el Papa, los reyes vendrían de Tartessos, es
decir, de la zona sur-oeste de la actual España.
Todas estas pequeñas
curiosidades guardan una carga simbólica enorme. Los continentes, las edades de
los hombres, las razas… así como los regalos que portan. El oro, por ejemplo,
simboliza que Jesús es rey, de ahí que deba tener oro. El incienso lo presenta
como Dios, ya que la quema de esta madera se usaba en los rituales a la
divinidad. Y la mirra, esa gran desconocida, nos dice que Jesús, además de rey
y Dios, también es hombre, pues la mirra se usaba para embalsamar los cadáveres
en la antigüedad. En Armenia, además, existe una tradición muy antigua que nos
dice que había un cuarto rey mago que le llevó al niño un libro, concretamente
el Libro de Seth, que escondía toda la sabiduría mortal y divina de la época.
Otra cosa que se hizo mucho
más adelante fue convertirlos en reyes. El convertirlos en realeza, y cada uno
de un continente, respondía a un objetivo meramente político: poner al mundo y
a las naciones a los pies de Jesús. Jamás, y digo jamás, se menciona que sean
reyes, sino sabios o magos. Cayetana Heidi Johnson, arqueóloga, experta en
arameo y hebreo, y profesora de la Universidad de San Dámaso, nos dice que aquellos
reyes eran en realidad magaunos o modebs, es decir, sacerdotes del zoroastrismo
provenientes de Persia. Y se les llamaba magos, pero no porque se pareciesen a
Gandalf o a Harry Potter, sino porque así se llamaba a estos sacerdotes
expertos en el arte de la astrología y su interpretación.
Pero si todo esto os parece
muy enrevesado para unas figuras que, casi con toda probabilidad, son pura
leyenda, lo que os comentaré a continuación os hará estallar la cabeza. En el
egipcio templo de Edfu (construido entre el 237 al 57 a.C.) hay una
representación del nacimiento de Horus, hijo de Isis y Osiris. Y allí aparecen
cuatro sabios adorándole, uno por cada punto cardinal, y curiosamente traen
oro, incienso, mirra… y sí, un libro sagrado, tal y como aparece en la tradición
armenia.
Sea como sea, y en especial si
celebráis la tradición de los reyes magos, espero que os traigan muchos
regalos. Y si, aun habiendo sido buenos no os traen cuanto merecéis, siempre
podéis ir a pedirles explicaciones a la Catedral de Colonia, donde se encuentra
sus sepulturas (y no es broma).
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