A
muchas personas les fastidia que una tradición con un carácter tan yankee se haya metido hasta la cocina de
nuestras casas. Pero tenemos buenas noticias: la fiesta de Halloween no
pertenece a los Estados Unidos. De hecho, esta fiesta es mucho más europea que propiamente estadounidense.
¿No te lo crees? Pues sigue leyendo.
Empecemos
explicando, antes de nada, que la palabra proviene de All Hallow Even, que era como se llamaba a la Víspera de todos los
santos. Pero la tradición de esta fiesta es, cuanto menos, milenaria.
Los romanos ya celebraban unas fiestas parecidas, las
Feralias (o Parentalias), en la que familia y amigos visitaban las tumbas de
los muertos con coronas de flores y se realizaban ofrendas de comida. Estas fiestas
se realizaban en febrero y, durante el tiempo que duraban, estaba prohibido
celebrarse matrimonios y/o visitar los templos; todo se consagraba a la honra
de los muertos. O al menos esto nos cuenta Ovidio, entre otros.
Pero
también encontramos entre los pueblos celtas la fiesta de Samhain (en gaélico «fin
del verano»), que venía a coincidir justo cuando termina la recolecta y
comienza el invierno. Era, además, el cambio de año para los celtas, quienes
dividían el año en dos partes; una clara que da comienzo entre el 30 de abril y
el 1 de mayo con la fiesta de Beltane
y una oscura que se inicia con el Samhain.
Precisamente,
durante el Samhain se tenía la
creencia de que el telón que separa el mundo de los muertos del de los vivos se
difuminaba para permitirles caminar entre nosotros. Era por esto por lo que, en
los pueblos, se encendían hogueras para espantar a los malos espíritus y
algunos se disfrazaban con máscaras o pieles de animales para pasar
desapercibidos entre ellos.
Los
celtas, además, iluminaban con velas el interior de los cráneos de los enemigos
y los colocaban en los muros de los castros. Con el cristianismo, esta práctica
se modificó y en vez de con calaveras se hacían con nabos, que se tallaban y
encendían para mostrarle el camino a los difuntos y, a la vez, protegerse de
malos espíritus. Y de los nabos se pasó a las actuales calabazas.
En
España ya lo celebraban gallegos, astures, leoneses y castellanos desde hacía
generaciones. De hecho, los gallegos aún la llaman Samaín, y la Santa Compaña, cuyas raíces toman todo el suelo
español, está íntimamente ligada a esta noche.
Estas
costumbres fueron llevadas a América y allí se mezclaron con las nativas, dando
paso a otras muchas y ricas tradiciones.
En
Estados Unidos, tras la oleada de inmigrantes irlandeses y escoceses, se
instauró con una fuerza inusitada la festividad hasta casi hacer olvidar su
procedencia.
Así
que, si no quieren copiar una tradición de los Estados Unidos, busquen el modo
en que lo celebraban sus tatarabuelos y descubrirán que no diferían tanto de
como lo celebramos hoy.
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