Según la RAE, lupanar solo
tiene una acepción, mancebía, es decir, «casa de prostitución». Pero, en
cambio, lupanar proviene del latín lupo,
es decir, lobo. Curiosamente, además, de aquí viene el verdadero origen de San
Valentín. ¿Pero qué demonios tiene que ver un lobo con una mancebía y con el
angelito que dispara flechas de amor?
Si quieres saberlo, sigue leyendo.
Durante el mes de Febrero, se
celebraba en Roma una curiosa festividad llamada lupercales. Los celebrantes se
reunían en una gruta sagrada del monte Palatino, donde supuestamente una loba
amamantó a los fundadores de Roma, Rómulo y Remo. Las fiestas, por tanto, se
consagraban a su forma de dios, Luperco (que en sus inicios representaba al
lobo sagrado del dios Marte) y a hircus, el macho cabrío.
Allí se realizaba un ritual
para la fecundidad que, más tarde, el cristianismo entendería como satánico.
Los oficiantes sacrificaban a una cabra y marcaban la frente de los hombres que
participaban en el ritual, los luperci.
Esta mancha era borrada después, y los hombres, en un extraño éxtasis, rompían
en una carcajada. A continuación se desnudaban y se cubrían, solamente, con
tiras de piel de la propia cabra. Algunos se ponían cuernos, otros directamente
la cabeza de la cabra a modo de casco. De esta guisa, armados por tiras de piel
(o intestinos) que hacían las veces de correa, recorrían la ciudad hasta el Ara
Máxima de Hércules Invicto haciendo gestos obscenos y azotando a cuanta mujer
encontrasen por el camino para que se uniesen a la fiesta.
A esas mujeres que
participaban en el ritual, y que ejercían una suerte de prostitución sagrada
con los luperci, se las llamó las lupae. Así, a las prostitutas en general
se las llamó lupas o «lobas» y al
lugar donde ejercían la misma se le llamó lupanar
o «lobera». Si habéis leído por ahí que el término viene porque las lupas
aullaban en reclamo a sus clientes, olvidaos. Puede que alguna lo hiciera, por
qué no, como si quería tocar la gaita, pero nada que ver.
Volviendo a las lupercales,
estas se celebraban el 15 de febrero. Curioso que el 14 sea San Valentín,
¿verdad? Aquellos actos de azotar a las mujeres con tripas ensangrentadas
mientras se las animaba a aparearse, y que hoy en día sería considerado una
auténtica barbaridad, no lo era tanto en la época. De hecho, según nos cuenta
Tácito, era el propio público el que animaba a los luperci para que aquella procesión se convirtiera en una locura de
gritos, bailes y cantos obscenos. Eso hasta que el Papa Gelasio prohibió estas
fiestas en el año 494 y las sustituyó por una fiesta de purificación, mucho más
pudorosa, pero también mucho más aburrida.
La sexualidad se veía de un
modo diferente, y es que debemos tener en cuenta que, aun no siendo creyentes,
nuestra sociedad está muy influenciada por la religión. De hecho existían
muchos tipos de prostitutas, cada una con un término dependiendo de su
condición. Por ejemplo, estaban las mujeres libres que servían de damas de
compañía por unos precios que solo la alta sociedad podía permitirse, eran las
llamadas delicatae. Por otro lado,
también encontrábamos a las copae las
cuales ejercían la prostitución en las cauponas, algo así como unas tiendas de
bebida y comida. Las famosae, por su
parte, no practicaban estos actos por necesidad, sino por puro placer, como era
el caso de la célebre Mesalina. También tenemos a las forariae, quienes lo hacían en los caminos con los viajeros; a las fornicatrices, que ofrecían sus servicios
en los fornix o arcos de piedra; las noctilucae, que solo trabajaban de
noche; las bustuariae, que lo hacían
cerca de los cementerios (a saber por qué) o a las mencionadas lupae… Un caso curioso era el de las prostibulae, que todo lo que ganaban lo
declaraban «en B». Y es que, aunque nos parezca adelantado a su tiempo, estas
profesionales del sexo estaban obligadas a inscribirse en un registro, a pagar
impuestos y, para dejar clara su profesión, a vestir túnicas de color arcilla,
a teñirse el pelo y a llevarlo suelto.
Eso sí, no nos pensemos que
Roma era el paraíso de la libertad y que las profesionales del sexo podían
ejercer este oficio libremente. En los lupanares y en las calles se podían
encontrar chicos y chicas de muy diferentes edades y procedencias que, por lo
general, eran esclavos traídos de cualquier rincón. A estas (y estos) se les
llamaba pala, y no eran más que
esclavas sexuales obligadas a ejercer con cualquiera que pudiera pagar el
precio. Un precio que normalmente cobraba y se quedaba otro, el leno, una suerte de proxeneta de la
época.
Una lacra esta, la de la
esclavitud sexual que, por desgracia, sigue golpeándonos hoy en día y a la que
no debemos volver la mirada.
Si te ha gustado, no olvides
darle a seguir a mi página (al ladito, a la derecha) y seguirme en redes
sociales, ya que eso me ayuda mucho a continuar con mi labor.
Facebook: https://www.facebook.com/SebastianGSancho
Instagram: https://www.instagram.com/sebastian.g.sancho
Twitter:
https://twitter.com/SebastianGSanch
EL CONTENIDO DE ESTE ARTÍCULO ES
PROPIEDAD DE SU AUTOR. QUEDA PERMITIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL SIEMPRE
Y CUANDO SE CITE FUENTE Y AUTOR.
Imagen libre de licencia tomada de Wikicommons: Lupanar Romain
Wellcome L0009842
No hay comentarios:
Publicar un comentario